Cesare debe morir

En un penal de alta seguridad en Roma, los reclusos se preparan para una actuación pública de «Julius Caesar» de Shakespeare. En la prisión de Rebibbia, el programa de teatro para internos presenta una producción muy aclamada de la obra clásica. La historia nos lleva varios meses atrás, cuando los coordinadores del programa anuncian la obra como el proyecto destacado del año. Con el anuncio, comienza un viaje emocionante y transformador para los prisioneros.

A medida que se llevan a cabo las audiciones, vemos cómo cada uno de ellos se enfrenta a la monumental tarea de interpretar a personajes de un mundo muy diferente al suyo. Los actores seleccionados no son solo reclusos; son hombres que han enfrentado la adversidad de una vida tras las rejas, algunos de ellos cumpliendo sentencias de por vida. A través del proceso de ensayo, empiezan a descubrir que los temas universales de la traición, la ambición y la lucha por el poder presentados en la obra de Shakespeare resuenan profundamente con sus propias vidas y experiencias.

Los ensayos se convierten en un espacio donde los internos pueden explorar sus propias emociones y reflexionar sobre sus historias. Cada ensayo está cargado de tensión y liberación, ofreciendo a los actores una oportunidad de redención y autoexploración. Este viaje artístico se convierte en un puente hacia la humanidad que a menudo se pierde en el contexto de la prisión. La transformación de los personajes a medida que se adentran en sus papeles les permite vislumbrar otras posibilidades en sus vidas y a ofrecer un comentario profundo sobre la naturaleza de sus propias circunstancias.

Mientras el evento se acerca, los reclusos deben superar no solo las dificultades de interpretar a personajes históricos, sino también sus propios miedos y prejuicios internos. La experiencia los empodera y les da voz, creando un sentido de comunidad entre ellos que desafía las divisiones que la vida en prisión a menudo impone.

A medida que la fecha de la actuación se aproxima, los nervios y la emoción crecen, culminando en una presentación conmovedora que no solo exhibe su talento, sino que también deja una huella duradera tanto en los reclusos como en el público, mostrando que el arte tiene el poder de trascender incluso las barreras más implacables. La obra no solo es un ejercicio de creatividad, sino una afirmación de la vida misma, transformando una experiencia de reclusión en una celebración de la resiliencia y la esperanza.