Las margaritas

Después de darse cuenta de que el mundo está arruinado, Marie y Marie deciden entregarse al hedonismo y la diversión sin límites. La rubia Marie y la morena Marie han hecho de su vida un verdadero carnaval de excesos. Su lema es simple: no hay nada de malo si te diviertes. En una sociedad donde todo parece desmoronarse, eligen vivir al máximo, ignorando las convenciones y las responsabilidades.

Las dos amigas no se detienen ante nada para conseguir lo que quieren. Deslizan su encanto y belleza para despojar a hombres mayores de su dinero, al tiempo que disfrutan de banquetes opulentos y se entregan a toda clase de travesuras. Desde restaurantes lujosos donde el caviar y el champagne son solo el comienzo, hasta fiestas llenas de excesos, su vida es un torbellino de color y euforia. Sin embargo, en medio de esta búsqueda de placer, surge la pregunta inevitable: ¿hacia dónde los lleva esta vida de desenfreno y si realmente encontrarán satisfacción en ella?

A lo largo de su viaje, las Maries se convierten no solo en cómplices de travesuras, sino en reflejos del desprecio y la frustración que sienten frente a un mundo que, a sus ojos, solo les ofrece decepciones. No se trata solo de robar corazones y carteras, sino de una rebeldía contra los estándares de una sociedad que, a su juicio, les ha fallado. Cada risa, cada bocado de lujo, es una forma de resistencia ante la monotonía y la opresión del día a día.

A medida que avanza la trama, las dinámicas entre ellas se profundizan. La rubia, carismática pero algo superficial, y la morena, más introspectiva y crítica, contrastan en sus visiones sobre la vida y lo que significa realmente estar «arruinadas». Este choque de perspectivas crea oportunidades para el desarrollo de los personajes, revelando sus miedos, inseguridades y, sobre todo, su anhelo de conexión en un mundo que parece estar en contra de ellas.

A través de un festín de risas, glamour, y momentos de reflexión sobre la identidad y el propósito, la historia de las dos Maries desafía las normas y da un giro inesperado a la noción de “vivir el momento”. A medida que se enfrentan a las consecuencias de sus acciones, el espectador se ve obligado a cuestionar hasta qué punto es válida esta forma de libertad y qué se necesita para encontrar un verdadero sentido en un mundo desmoronado.