Mi Winnipeg

Hecho, fantasía y memoria se entrelazan de manera exquisita en este retrato de la ciudad natal del cineasta Guy Maddin: Winnipeg, Manitoba. Maddin, un hijo de la ciudad, ha pasado su vida en un lugar que describe como uno donde todos parecen caminar dormidos a través de la existencia. A medida que avanza la trama, el director se enfrenta a sus propios demonios y deseos de escapar de la mediocridad que siente en su entorno, pero la pregunta persiste: ¿qué lo ha mantenido aquí durante tanto tiempo?

La celebración del 65 aniversario de bodas de sus padres, aunque su padre falleció hace años, se convierte en el catalizador para una introspección profunda. Maddin se propone recrear su infancia en el antiguo hogar familiar en 800 Ellis Avenue, justo arriba del salón de peluquería que sus padres gestionaban. Para ello, recluta a actores que interpreten a su familia, dejando que su madre represente a sí misma, una dinámica que añade una capa de metanarrativa a la obra. Esta decisión resalta la lucha entre la realidad y la ficción en su vida y obra, desdibujando las fronteras entre sus recuerdos personales y la historia colectiva de Winnipeg.

A medida que Maddin reflexiona sobre los acontecimientos cívicos que han dejado huella en él y en los habitantes de Winnipeg, evoca momentos significativos como la huelga general de 1919, la destrucción del emblemático Olmo de Wolseley en 1957 y la controversia en torno a la demolición del histórico edificio de Eaton’s para dar paso a una nueva arena de hockey, dejando atrás el viejo Winnipeg Arena. Esta última decisión resuena especialmente en él por el vínculo familiar que comparte con el hockey y la rica historia del deporte en la ciudad, aunque no se muestra optimista sobre el papel de la NHL en esa tradición.

Mientras se encuentra en un tren saliendo de la ciudad, Maddin anhela que su creación, la «Chica Ciudadana» de la página 3, pueda ofrecer, de alguna manera, una solución a todos los problemas que aquejan a Winnipeg. Este retrato no sólo es un viaje personal hacia la autocomprensión, sino también una exploración del corazón de una ciudad que, para él, es tanto un lugar de amor y nostalgia como de desencanto. La combinación de recuerdos, experiencias y la historia colectiva de los habitantes de Winnipeg se entrelazan para formar una obra que invita al espectador a contemplar el significado de pertenencia y los lazos que nos anclan a nuestros orígenes.