Truco o trato

Cuando los sobrinos de Donald llegan a su casa disfrazados para Halloween, él decide gastarles una broma al echarles agua y reírse de su travesura. Sin embargo, una bruja que observa la escena se siente conmovida por los niños y decide intervenir para ayudarles. Utilizando su magia, la bruja provoca una serie de infortunios para Donald, quien rápidamente se ve atrapado en un caos hilarante.

A medida que avanza la historia, los sobrinos de Donald, siempre llenos de energía y travesuras, descubren que su tío no es tan fácil de asustar como pensaban. Intenta mantener su fachada de adulto serio y no dejarse llevar por la diversión de la noche. Pero unas palabras despectivas de la bruja sobre su carácter lo hacen reflexionar. Cuando ella lo llama «un blando», decide que no puede permitir que esa idea se quede en su mente y acepta un desafío que cambiará el rumbo de la noche.

La bruja, conocida como Hazel, elabora una poción mágica que tiene el poder de dar vida a objetos inanimados. Lo que comienza como un descanso de Halloween se convierte en una aventura mágica cuando los objetos de la casa de Donald comienzan a cobrar vida. Desde la escoba que barre el suelo hasta las calabazas decorativas que parecen saltar a la acción, Donald se encuentra en una pelea épica contra sus propios muebles y decoraciones.

Mientras tanto, los sobrinos disfrutan del espectáculo, viéndolo todo desde lejos y riéndose de las travesuras de su tío. A medida que la situación se vuelve cada vez más absurda, Donald se da cuenta de que sus intentos de ser un adulto serio lo han llevado a perderse la verdadera diversión de Halloween. El tema de la rivalidad entre el adulto y los niños se hace evidente, pero a medida que avanza la noche, también se desarrolla un arco de redención para Donald.

Su relación con sus sobrinos se profundiza a medida que cada uno aprende algo valioso sobre el otro. En última instancia, el caos mágico genera risas, alegría y una sensación de unión familiar, recordando a todos que Halloween no solo se trata de sustos y bromas, sino también de compartir momentos memorables con los seres queridos. Donald, aunque todavía algo reacio, se ve obligado a aceptar que, a veces, dejarse llevar por la diversión puede ser lo mejor que le puede suceder.